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martes, 27 de octubre de 2015

San Agustín: Procesión, Misa, Zurra y Baile.

Aún no he tenido tiempo de comentar con el detenimiento que merece muchas de las situaciones vividas en Zafrilla durante nuestra estancia veraniega, tras bastantes años de hacer solo visitas invernales.

Mi idea es ir comentando aspectos y situaciones que han quedado grabados en mi materia gris e ir poco a poco plasmándolos en el blog, aunque ello me lleve algún tiempo, pero me gustaría que no se me quedara nada en el tintero.

Si hay un día importante para los zafrillenses, este es sin duda el día de su patrón, San Agustín.

El 28 de Agosto es el día grande de las fiestas patronales, y todo el mundo se engalana con sus mejores ropas, se pone de punta en blanco y se prepara para disfrutar de un intenso día.

                                                                                          
    Goyo y yo comenzamos muy temprano, pues trasladamos la estación solar a La Veredilla, y sobre las 11 h volvimos al pueblo para prepararnos para la procesión. La decisión de trasladarla este día no había sido tomada de antemano, pero las circunstancias nos hicieron retrasar el proyecto, y finalmente tuvo que ser este día el elegido, lo que nos pareció muy significativo, y seguro que siempre lo recordaríamos. En algo más de hora y media la dejamos montada.

Sobre las 12 h comenzó la solemne procesión de San Agustín, con la banda tocando una marcha procesional y la comitiva compuesta por los miembros del Consistorio ,el Clero, varios voluntarios que portaban a hombros la talla del Santo, y el abanderado portando el estandarte del pueblo.

La imagen siempre me hace recordar esas películas emblemáticas de Berlanga, de los años 50, en blanco y negro, como ·Bienvenido Mr. Marshall", auténticas joyas de nuestro cine. Parece que no ha transcurrido el tiempo y que estamos en esa misma época.



 La procesión transcurre dando una vuelta completa al pueblo, subiendo a la zona más elevada y posteriormente volviendo de nuevo a la iglesia. Para este recorrido no se emplea más de media hora, pues el pueblo no da para más, y finalmente se vuelve a la plaza, donde se lanzan algunos caramelos para los niños, y se entra al templo, donde los que así lo desean entrar a escuchar la celebración


La iglesia se queda pequeña para todos los feligreses, suele estar abarrotada, y queda mucha gente fuera que suele hablar más de la cuenta y a los que hay siempre que pedir un poco de silencio, que ya habrá tiempo para la juerga y la diversión. Cada cosa a su tiempo. Ahora es tiempo de recogimiento y de oración, recordar a los que ya no están entre nosotros y los que aún moramos por este valle ojalá nos volvamos a encontrar el año próximo.

La misa estaba concelebrada por 3 sacerdotes, lo que da idea de la importancia del evento. Al sacerdote habitual del pueblo, un joven párroco bien parecido, de espléndida voz tenoril ligera, bien timbrada y afinada, le acompañaba un sacerdote bastante mayor que parecía importante y que en la homilía dejó entrever que aquél fue su discípulo en tiempo pretéritos.

El tercer sacerdote parece que era aún un aprendiz, proyecto o esbozo sacerdotal, vamos que estaba en prácticas de sacerdocio. Se pasó casi todo el rato moviendo el botafumeiro o como se llame el artilugio que propaga el humo del incienso, que aunque huele muy bien, cuando te lo echan en plena cara te irrita los ojos y la garganta y la iglesia parece el Valle del Guadalquivir en una mañana invernal de niebla densa donde no ves 3 en un burro, y ya como que no es tan agradable. Al fin y al cabo es una hierba, grano o aceite que se quema y produce C02, y hay estudios que demuestran que es más tóxico que el tabaco. Vamos que salimos bendecidos, pero con los bronquios bien jo... (con perdón).

Fue una homilía amena y como se nos dio un librito con las canciones que se iban a cantar durante el evento, se nos pasó muy pronto. Una vez acabado el solemne acto, los asistentes fuimos saliendo poco a poco casi en fila india, y a la salida ya esperaban las cestas de los bollos que nos zamparíamos poco después.

 
Como está mal visto rechazar el bollo de alguien por si se molesta, pues se coge un bollo de cada cesta y así nadie se enfada y tú quedas bien. El problema es que tendrás que repartir alguno porque a ver quien se mete entre pecho y espalda un bollo como un ladrillo de grande untado en miel casi a la hora del almuerzo, y luego venía la paella.

Bueno, evidentemente excluyo a Goyo, que los probó todos a carrillos llenos, no sea que alguien se molestara. En la variedad está el gusto.


 Evidentemente para que el bollo se degluta sin problemas, se acompaña de una buena cantidad de lo que aquí llaman zurra, forma muy curiosa de denominar a la sangría de toda la vida, que está buenísima y que ya te va dando un buen punto para marcarte unos compases de pasodoble interpretados por la charanga.

 Una vez que se ha dado buena cuenta de todo esto, ya un poco chispadillos, es buen momento para marcarse un buen baile y hacer sitio para lo que viene después.
 



Que no es ni más ni menos que un pedazo de paella gigante, que prepara una gente de un pueblo murciano que se llama Totana, que se dedican a eso, y que nos hicieron disfrutar de un gran almuerzo, eso sí, para el que tuviera algo de sitio. Pero algunos hicieron un hueco.





 Y la verdad es que merecía la pena arriesgarse a una indigestión por exceso, pero es que la paella estaba para chuparse los dedos.

Esto fue el colofón a un gran día que continuaría con una estupenda velada nocturna, donde pudimos disfrutar de un gran cantante, un mago muy gracioso, un tío que contaba chistes tan bien como un andaluz, algo sumamente difícil, y con el que nos partimos de risa, y una estupenda vedette, que hizo sonrojarse a más de uno, muy picarona y muy simpática.

Todos nos hicieron pasar una magnífica noche y pusieron la guinda a un inolvidable e intenso día de San Agustín, que recordaremos de por vida, si el Alzheimer no lo impide.

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