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miércoles, 3 de agosto de 2016

Vuelta al terruño: Las Fiestas de Santa Ana.

Las fiestas de Santa Ana han de este año han sido por fin motivo para hacer una visita muy especial a El Viso de los Pedroches. Y digo esto porque después de más de 10 años de quedar sin vida la casa centenaria del pueblo por el deceso de mis tíos, ha vuelto a recobrarla durante 3 días. He conseguido por vez primera llevar a mis hijos, de 14 y 11 años a que conocieran la tierra de su padre, y hemos pasado 3 días inolvidables.

Las fiestas de Santa Ana son muy conocidas en todo el Valle de los Pedroches, están declaradas de interés turístico nacional y son  muchos los visitantes que vienen de los pueblos cercanos y de comunidades muy próximas como Extremadura y Castilla la Mancha.

La tradición ha vuelto a repetirse y hemos asistido a la misa solemne que comienza en la Ermita de Santa Ana, en las afueras del pueblo, a las 6 de la mañana, Recuerdo muchas misas como esta de muy pequeño, con mis padres y mis tíos, viendo el amanecer en los campos de encinas, con ese olor a albahaca, que es la planta que todos llevan en las manos o en la solapa y que inunda el ambiente de un aroma maravilloso, unido a ese olor típico del amanecer. Ha sido muy emotiva pues recuerdas a los que antes te acompañaban y que ahora lo hacen de otra forma.

Posteriormente la imagen procesiona por la calle principal del pueblo hacia la Iglesia, donde permanecerá hasta su traslado nuevamente a la Emita.

Pero la parte más divertida de estas fiestas son los encierros de vacas bravas, que durante un par de horas recorren la arteria principal del pueblo hasta la plaza portátil en un ir y venir en la que los mozos demuestran su valentía dando unos capotazos a los astados, y los más cobardes, entre los que me incluyo, se suben a las ventanas o ,como en este caso, disfrutan desde el balcón de la casa sin peligro y con una buena cerveza fresca. Tonterías las justas.

También ha sido buen momento para aprovechar y salir a recorrer trotando gran parte del término, visitando zonas que hacía casi 20 años que no visitaba. Y es que antes las había recorrido a pie, junto a mi padre y mi tío, con mi escopeta y cazando en la modalidad " al salto". Sobre los años 90 colgamos la escopeta y no volví a cazar. Ahora practico la caza fotográfica.


Ha sido muy emotivo recorrer los campos de encinas milenarias, por las que no pasa el tiempo, y para las que 20 años son un suspiro. Y conocer el Embalse de La Celada, que se terminó hace más de 10 años. Ahora muchas tierras que antes pateábamos cazando junto al río Guadamatilla están bajo las aguas.

Y cómo no, la vida nocturna de una Feria de pueblo, que no ha cambiado apenas a como la recordaba, donde sobre todo los niños se lo han pasado pipa, y no dejaban de decir, "papá tu pueblo está muy bien".

Y también decían, "el año que viene tenemos que volver". Ojalá sea así.

Y dentro de 3 semanas volveremos a las fiestas de Zafrilla, donde nos sentimos como en casa, porque tengo el corazón dividido entre mi tierra manchega cordobesa, Zafrilla y Rute, donde ya llevamos varios días disfrutando de lo que ofrece este magnífico lugar.


Ayer visitamos el museo de los aguardientes anisados, un magnífico paseo por la historia desde primeros del siglo XIX de todas las destilerías que hubo en Rute (200) y en España (6000). Una maravilla que recomiendo visitar al que le gusten estos temas, y conocerá de la mano de su gerente, historias y anécdotas sobre la bebida más importante del mundo, el anís. Se me hicieron cortas las 2 horas de visita, admirando alambiques antiguos o litografías maravillosas. Es impresionante la cantidad de marcas de anís con nombres de famosos toreros, como Machaquito, Miguelín, Arruza, Manolete, Lagartijillo, Dominguín, Galloso, Chamaco, Bombita y muchas más. Todas ellas están representadas en el museo. La fiesta nacional está muy presente aquí. Una visita inolvidable.

En Zafrilla volveremos a disfrutar de los encierros de novillos, porque tengo que decir que soy un defensor a ultranza de la Fiesta Nacional. Quiero seguir viendo en La Nava, en Valtablao o en La Reclova, las manadas de toros bravos pastando a sus anchas, en plena libertad, disfrutando de un marco inigualable. Los toros llevarán esta ociosa vida durante 5 años, para luego ir a la plaza a morir con bravura, pudiéndose incluso salvar y quedar como sementales si su casta está fuera de lo normal.

Hay pocos animales que lleven una vida en libertad como ellos, que se lo digan a los pobres pollos, cerdos, conejos, vacas de carne y demás animales estabulados durante toda su vida. Eso no va por los cerdos de pata negra de mi tierra, que viven pastando y comiendo bellotas entre los encinares.


Y defiendo el arte del buen toreo y al buen torero, que para llegar a serlo ha tenido que pasar por un proceso de muchos años hasta tomar la alternativa. Son trabajadores que se juegan la vida cada día y a veces la pierden. Y muy jóvenes. Se me ponen los pelos de punta viendo a un torero recibir en toriles a "puerta gayola" a un morlaco de más de 500 kilos que se te viene encima como una locomotora a toda pastilla. O viendo un quite por chicuelinas o por gaeneras, unas buenas verónicas o un buen toreo al natural con un animal noble.

Difícil lo tendría viviendo a tiro de piedra de la plaza de los Califas, en la ciudad que ha dado el torero más grande de la historia (Manolete), en una avenida con nombre de torero y en un barrio repleto de calles de nombres de toreros.

Y es que, como dice el dicho popular, "donde se ponga una buena corrida, que se quite el fútbol".
 
Y ahí me paro.




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